Hace más de veinte años, un jovenzuelo que corría
como los demonios, dormía dos camastros más allá del mío. Nos hicimos amigos
pronto, pasábamos muchas horas juntos, semanas y meses de servicio a la patria querida, sacando
ratos… él para sus correntillas y yo para mi bicicleta.
Pasábamos horas hablando de entrenamientos, de nutrición… y
sí, también de lo jodío que era el capitán Conejero…
Fue por entonces, cuando me iba dando cuenta
que todo lo relativo al entrenamiento, me apasionaba.
En un principio, la mayor
parte de ese interés lo volcaba en mí mismo y en mis aspiraciones deportivas,
pero ya había una parte de mí que disfrutaba cuando, en ocasiones, me atrevía a
aconsejar a otros.
Con el tiempo, te vas dando cuenta que ese disfrute de
ayudar a otros en el camino, viene dado por el aprendizaje que te reporta
caminar junto a ellos. Ni nadie nace sabiendo, ni nadie deja de aprender nunca.
Con los años, y sin apenas buscarlo, fui dando pequeños
pasos… preparo a mi hermana, al amigo para su primer diez mil, la primera media…
fui haciendo cursos y sobre todo, fui aprendiendo por el sistema más universal
que existe, el del ensayo-error.
Quizás… bueno no, seguro que seguir
entrenando, compitiendo, sufriendo y siendo un tipo normal, un amateur, un
age-group, me facilita mucho entender a menudo el estado anímico de aquellos
con los que camino.
Atletas, ciclistas, opositores y desde hace unos años, además, triatletas, me
han ido mostrando, y siguen haciéndolo, una forma de entender el deporte que
cada vez tengo más clara, y es que el camino es mejor hacerlo en compañía,
porque así, a las penas y a las alegrías, al ser compartidas, es más fácil encontrarles sentido.
Alfonso Martinez.
Mi mentor, quien más me animó a entrenar a otros, era y es
aquel al que le pedía explicaciones continuas sobre el sentido de esta o
aquella serie, y al que me atrevía, la mayoría de las veces sin razón… (era
joven, rebelde y sin causa…), a rebatirle más de una sesión. Alfonso Martínez,
desde muy pronto pasó a ser, por circunstancias muy difíciles para mí, mucho más amigo que
entrenador, aunque siempre, siempre, maestro.
Él me ha ido enseñando con los años, no solo el placer de sentirse feliz cuando uno logra superarse a si mismo, sino a serlo cuando es otro quien logra su objetivo y uno, tiene la suerte de poner su granito de arena.
Él me ha ido enseñando con los años, no solo el placer de sentirse feliz cuando uno logra superarse a si mismo, sino a serlo cuando es otro quien logra su objetivo y uno, tiene la suerte de poner su granito de arena.
Algunos de los que me permiten aprender, disfrutar, y sufrir
también… por qué no decirlo, (muestro a los triatletas de larga distancia) son estos a los que me gustaría presentar y de los
que me considero el primer fan, porque conocerles y saber de su día a día, de
sus batallas diarias y del leve respiro que a veces les supone entrenar, hace
que para mí, sus resultados valgan mucho más que una medalla, un puesto o una
camiseta de finisher y que todas esas cosas, lejos de ser moneda de cambio para vanogloriarse y sentirse importantes, son el resultado o la circunstancia lógica que sigue al trabajo y a la dedicación.
Cada día me demuestran que no estoy tan loco como parece y
si lo estoy, que con ellos... no soy el único.
Jose Angel
Jienense. Este año, participó en el Extrememan, su tercera
preparación para un ironman. Mucho más sosegado que en otras ocasiones y más paciente. Tiene sangre de larga distancia, no cabe duda.
Julio
Jienense. Como yo, pasará 2012 sin tocar la distancia madre,
pero no por ello se prepara diferente. Ser ironman, no es un objetivo ya, es
una condición. El año pasado lo consiguió en Zurich. Gota a gota, va rompiendo la roca.
Emilio
Cordobés. Apenas llevamos unas semanas trabajando, pero no
necesité más que una conversación con él para darme cuenta de que tiene la
mitad del camino andado, allá donde quiera ir. Destila humildad por los cuatro
costados, y esa para mí, es condición indispensable.
Los acervelados.
Alfonso Lidón, Pepe Montiel y Juan Bastida.
Foto: de izda a dcha. Alfonso, un servidor, Juan y Pepe.
Acaban de descansar de su ironman de Frankfurt y han
conseguido darme una alegría que casi, casi… se acerca a lo que sentiría si
hubiese competido yo… y no, no me refiero a los resultados u objetivos, que se
han cumplido con creces, sino a la actitud que han mostrado durante toda la
preparación.
Cada uno con su meta personal, cada uno con su potencial,
cada uno con sus problemas y sin embargo, todos juntos a la hora de compartir
la tarta de las ilusiones. Esa unión es para mí lo relevante, ese ánimo continuo entre ellos y ese entendimiento.
Sito ha cumplido su sueño de preparar y terminar un ironman.
Sin miedo, sin presiones y sin angustias. Mente tranquila y cuerpo dispuesto.
Un placer ayudarle.
Pepe, no solo ha bajado de esas once horas que se puso como
tope, sino que se ha sacado una espina que tenía con la suerte o el destino,
que tan difícil se lo ha estado poniendo desde que debutamos en el ironman de
Niza, allá por 2010. El año pasado consiguió terminar su segundo ironman en
Zurich apenas pasadas unas semanas del terremoto que le dejó sin casa por un
tiempo y el miedo metido en el cuerpo durante mucho más.
Juan Bastida. Nervioso, inquieto, temeroso de mostrar sus
intenciones al mundo por si eso le sumaba demasiada presión… ha ido aprendiendo
a convivir con los miedos y las dudas hasta casi convertirlos en sueños y
herramientas de mejora personal.
Buscó en Alemania aprender un poco más, para
algún día, ganarse el favor de la madre de los triatlones y por muy poco, no se
ha ganado dicho favor… casi antes de tiempo.
Los humildes, los modestos, se ganan
Hawaii... y casi cualquier cosa que se propongan, de una sola forma, y es deseándolo a cara descubierta, y al mismo
tiempo, sin hacer ruido. Sin ser pretenciosos, sin creerse más que nadie, sin necesitar demostrar su valía a la vista de los demás en ningún momento.
Os estoy muy agradecido locos, por lo que aportáis, por ser así, y
por dejarme caminar a vuestro lado.
1 comentario:
Cuida del Cordobés...¡¡¡es muy grande!!!
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