domingo, 6 de diciembre de 2015

Cuando seas padre.

Suele suceder


Suele suceder, que aquello que me apasiona lo sigo hasta la extenuación y lo exprimo hasta dejarlo seco como la tierra que me rodea. Lo sigo tanto que, a veces, aquello que me apasiona llega a pesar, a aplastarme y a no dejarme ni pizca de aire. Y entonces me aparto. Dejo que pase el tren rápido y espero al mío, al que cogí una vez. Al lento. Al que me deja ver el camino y todo lo que le rodea.


Nunca estuve tan "quieto" como ahora, si exceptuamos aquellos meses del 95 cuando tuve que aprender de nuevo a caminar, a abrir una botella, a resistir más de dos minutos dentro de un lugar cerrado. Todo tiene su razón de ser y por una vez, esta razón es buena.


Quiero ser maestro. A mis 45, sí. Y ya en el primer encuentro con los estudios, después de tantos y tantos años, me doy cuenta que quiero ser maestro sabiendo que lo mejor de serlo, será no saber nunca de todo y tener la mente abierta para aprenderlo.


Barrigas que hablan.
No me gustan los trenes rápidos y no me gusta ir junto a gente a la que le gustan los trenes rápidos. Puedo estar un rato. Respetar y escuchar atento, pero no subirme con ellos.


Más de una barriga de esas que no se ven los pies por dejadez, hablaba en nombre de su dueño hace tiempo y me decía aquello de: "cuando seas padre, verás como se te acaban las correntillas..." refiriéndose a mis entrenamientos, mis carreras y demás locuras varias.
Y yo, sin ganas de preguntar cuando se les terminaron a ellos, y mucho menos, de saber porqué culpaban indirectamente a sus criaturas de aquellas prominencias abdominales, creadas con esfuerzo, tesón y litros de rubia fresca, les contesté una y otra vez lo mismo:


Ojalá tengas razón. Y ojalá no te equivoques en los dos asuntos que me dices:
1. cuando sea padre
2. y que dejaré todo por serlo.


Y mira por donde... resulta que no es así.
Y mira por donde, resulta que no. Que no hay que dejarlo todo y no por ello, me crece el mundo alrededor del ombligo.


Culpar de no poder, de no tener, de no saber, de no hacer... a un hijo, es quizás, la forma más egoísta, cobarde y penosa, de admitir que todo te queda grande. Lo que haces, lo que anhelas y lo que has traído al mundo.


Yo culpo a mi hija de cambiarme la vida. De querer vivir más tiempo y no hacerlo para tener más o llegar más lejos, sino para verla crecer. No puede haber nada más sencillo y grande a la vez en esta vida.
La culpo de apartarme de la mirada de los demás, que siguen mirando y no los veo.
La culpo de olvidarme de lo que duele el dolor, si no es ella quien lo sufre.
La culpo de vivir al ritmo de su media lengua y de cada cosa que descubre cualquier día.
La culpo de llegar como yo siempre quise que llegara, y siempre fue mucho mucho tiempo y llegó, como un vendaval de aire puro, como una tormenta de vida, como un grito que te detiene cuando ya no sabes hacia donde vas y te dice que ya, ya has llegado, ya no tienes que seguir buscando, porque la vida es esto. Por fin lo entiendes.
Mi hija, Inma.

1 comentario:

Unknown dijo...

As reported by Stanford Medical, It's indeed the one and ONLY reason women in this country live 10 years more and weigh 42 pounds less than us.

(By the way, it is not related to genetics or some secret exercise and absolutely EVERYTHING related to "how" they are eating.)

P.S, What I said is "HOW", and not "what"...

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