lunes, 4 de agosto de 2014

Maneras de romperse el corazón.


Vamos a ir directos al asunto y te lo voy a decir lo más claro posible. Esta es la tercera intentona y oye... para alguien a quien le gusta y disfruta tanto escribiendo como a mí, no esta siendo nada fácil zanjar el asunto.

Quiero que lo entiendas, que te enteres bien y, con un poco de suerte, que te ayude.

Llevo muchos meses alejado del triatlón. Del bullicio del deporte que me ha tenido ocupado durante la última década. No me he apartado del deporte por completo e incluso he metido la cabeza en la montaña y en pruebas de ultradistancia. Pero sí que he apartado de mí la intensidad en los esfuerzos, las pruebas cortas.

La razón.

Lo que empezó siendo pura necesidad de desconectar durante unos días o alguna semana que otra, (necesidad vital de querer estar y querer vivir más tiempo y con más intensidad el crecimiento de la pequeña Inma), al poco tiempo se convirtió en una obligación que me impuso la salud.

En una de las revisiones que suelo hacerme, unas veces sin más excusa que controlarme y otras aprovechando la visita al médico por un simple dolor de garganta, y tras hacerme unas placas del pecho, el médico encontró una posible anomalía ventricular en el corazón.

No te voy a dar ni un segundo más para preocuparte. Estoy bien.

La hipertrofia del corazón de un deportista de fondo, es por sí sola, una anomalía que creamos con el entrenamiento de resistencia, y hasta ahí no hay problema. Sin embargo, se pueden producir otras o incluso tener alguna congénita que desconocemos hasta que aparece.


Pasos y paciencia.

Tras tres consultas, me tocó esperar unos meses para comprobar con una prueba de esfuerzo si algo había cambiado, o si se mantenía y sobre todo, si estaba capacitado para poder seguir con mi vida normal, incluyendo en esa normalidad, la práctica de deporte como hasta ahora.

El pasado 15 de julio, algunos lo recordarán porque empecé a dejar de "tourturar al tour" en las redes, aunque yo lo recordaré como otra vuelta a empezar, no ya de cero, pero sí de nuevo en mi vida.

Nueva consulta con prueba de esfuerzo incluida y con el diagnóstico de uno de los mejores doctores en medicina deportiva. Estoy bien de salud. En muy baja forma por ausencia de entrenamiento con un mínimo de calidad durante tantos meses, pero apto, como lo estaba hace un año o dos.

En estos meses no he montado en bici más de una o dos veces por semana sobre una hora. He dejado de nadar casi por completo y solo he dedicado el tiempo de ocio a correr. Con la bici sufro más pasando cerca de puertos y negándome a subirlos que no montando y nadando, con un parón más que apreciable de varios meses, cuando lo intentaba, el pulso me subía demasiado.

No me arrepiento de haber parado. No he sufrido más allá de lo que supone tener la preocupación de que podía tener algo grave en el corazón.

Ha sido cara, pero podía haber sido cruz.
El caso es que me encuentro bien. Pero podía haber sido al contrario y por eso, desde el primer día pensé en los cientos de deportistas (triatletas, atletas, ciclistas...) que no se hacen prueba alguna por no estar "obligados", ni por federaciones, organizadores o síntomas "anómalos".

Mi detección fue casualidad... sí, pero fue un encuentro casual dentro de una revisión rutinaria.

Yo me las hago. Sé que no voy a ser... y por eso no me consuela...  ese que muere con 103 años habiendo fumado toda la vida dos paquetes diarios.

Habrá quien lea esto y no haga mucho caso. Habrá quien, asustado por tanta palabrería, no llegue siquiera hasta aquí (quien lo haga, le pido que le explique por encima, de qué va esto y por qué lo comento en voz alta).

Alguno de estos, dedicará más tiempo a abrir los ojos como platos disfrutando de crónicas de conquistas de los Neil Armstrong o los Cristóbal Colón del deporte, tan numerosos en estos tiempos. Crónicas que deslumbran con títulos como que "no hay límites" o los sueños se han de cumplir "cueste lo que cueste".

Tremenda idiotez. Y lo dice uno que ha hecho quince pruebas ironman.

Claro que hay límites. La salud y la vida los marca. Y los sueños, se cumplen mientras se buscan. No hay un final claro y definitivo. Eso es así y nada lo cambia. En los sueños, uno hace lo correcto, lo real, lo verdadero y nunca, jamás a costa de lo que sea, y menos de la salud. Si se hace así, en ese mismo instante deja de ser un sueño para convertirse en una soberana estupidez.

Y aún teniendo cuidado, hay riesgos. No soy quien para decirte que igual mañana te enteras de que ya no estoy, no puedo saberlo. Pero mientras eso llega, hago lo posible por mantenerme en pie con toda la precaución que puedo. No te cuesta nada hacer lo mismo.

El límite lo pongo yo (y la cordura que me quede).
No me ha dolido parar y dejar pasar el tiempo. No me ha dolido pensar que esto del deporte y como hasta ahora lo vivía, se acababa. Y esto sí que te lo voy a explicar brevemente:

En la segunda visita y antes del diagnóstico, al cardiólogo le dije que:

"si no puedo seguir, dígamelo sin más. No se preocupe. He vivido más de 30 años todo lo bueno y lo malo que un deportista puede vivir. No echaré de menos ni me arrepentiré de nada. Tanto me ha quitado como me ha dado.

Ahora, gracias al cielo, lo que me importa está en el pasillo esperando a que salga.

Las dos se llaman Inma.  Y sea como sea, voy a salir sonriendo".