¿Te vienes éste sábado?.. es que voy un ratico a la guerra, pero vuelvo pronto... Desde hace miles de años, se mantiene inalterable la costumbre humana de la inhumanidad, esa inutilidad macabra de la guerra, del odio, de las ganas de hacer desaparecer a nuestros semejantes, porque en un momento concreto, nos fastidian, nos incordian y nos hacen la vida imposible.
Mirando a tu alrededor, empiezas a ver que no es tan raro que hayan existido esas guerras y ése odio, te das cuenta que lo raro es que no haya más.
En cualquier conversación, el de enfrente, no se queda a gusto si su palabra no vale más que la tuya, si no suena más alto, o mínimo, si no es la última que se menciona…ya tienes un conflicto (si quieres).
En la autovía, te adelanta quien quiere demostrar que conduce mejor que el resto, por eso, para él, los límites, señales y códigos, no existen, ya tiene los suyos propios, y ni se te ocurra recriminárselo…ya tienes otro conflicto (si quieres).
Si eres pesoista, el vecino es pepeista, y según de quien seas, fijo que el otro, o está totalmente equivocado, o simplemente es subnormal… y así una lista interminable de situaciones diarias, donde sacar a relucir ése gen primitivo de la lucha, de la supervivencia, del recelo mezclado con odio a todo lo que no sea yo…mi…me…mio..yo, yo y yo.
Puede que surga en tu vida el deporte y la competición y con él una forma maravillosa de escupir toda esa rivalidad hacia los demás, hacia los que no son iguales, hacia los que ni siquiera conoces. También puede aparecer el deporte y con él, un inmenso acantilado, donde acercarme al borde y abierto de brazos, gritar y expulsar con todas mis fuerzas, mis pesadillas, mis temores, mis complejos y suplicar un poco de otras cosas, esas que a veces parecen perderse, amistad, compañerismo, superación…y algún sueño que otro.
El deporte, y en éste caso la competición, bien llevados, pueden y deben ser verdaderas guerras, luchas a vida o muerte, sin necesidad de desearle ésta última a nadie.
Lo llevamos en los genes, luchar por luchar sí…que tontería…pero prefiero que sea así, y no por un trozo de tierra de otro, ni porque el otro piense con el lado derecho o izquierdo de su cabeza, ni por el color que su piel tenga, sea el que sea, que la mía también tiene el suyo.
Se sabe que la guerra perfecta es aquella en la que se lucha con armas y no se utilizan, en la que te detienes justo en el borde del campo de batalla y no avanzas, en la que doblegas al enemigo sin luchar.
Aplicado al deporte, así sería, aplicado al resto de los hombres, la única guerra perfecta es aquella que no existe.
En un bucle interminable, caigo por el acantilado por placer, me lanzo a una nueva batalla y siempre termino pensando que en la próxima, daré mucho más de mí, en la próxima me acercaré mucho más a ése límite que busco desde hace años….me lanzo, lucho y nada más abrir los ojos, vuelvo a estar con los brazos abiertos y gritando al borde del acantilado. Quiero guerra, quiero pelear sin armas, quiero doblegar al contrario y no hacerle daño, quiero luchar por luchar.
Sueño con el campo de batalla y con que en Zahara, en poco menos de dos días, tanto tú como yo no usemos más cañones que los de Gila, aquellos que venían de fábrica sin agujero...