viernes, 21 de agosto de 2015

Siempre fue mejor quedarse ciego por soñar despierto, que despertar y ver cómo se quedaron los sueños en la almohada.

El salmón es un curioso animal, que no un animal curioso.

Basa su vida en una infinita paciencia mientras crece para culminar su existencia en el viaje más largo, difícil, duro y peligroso que uno pueda imaginar y siempre contra corriente.
Y no le importa... no porque no piense o razone, sino porque sencillamente está escrito en su ADN, que la importancia de su vida está justo al final de la misma y eso, tiene todo el sentido del mundo.

El hombre es un animal curioso, que no un curioso animal.
Basa su vida en una infinita prisa por todo, incluso antes de saber qué es la prisa, los padres ya se encargan de hacer que tenga todo, que sepa todo, que experimente todo antes incluso de necesitarlo.
Curioseando, quiere lo que otros, desea, envidia y cree que ahí está el sentido de su vida. En no ser o tener menos.

No nada contra corriente, no pedalea contra el viento y no corre si el sol abrasa... por mucho que esté escrito en su ADN.

La importancia de su vida radica en pensar, creer y hasta ilusionarse con la idea de que no va a morir nunca y en todo caso, si ese "mal día" llega, el objetivo será que el resto del mundo le recuerde por lo menos cinco o seis días después de su ida... (y perdón por el exceso de confianza...).

Poco premio para tanto cacareo... por muchas palmaditas en la espalda que le acaben dando en el barrio.


Curioso animal también... pues razonar le sirve para recordar lo feliz que fue ayer y hacer planes para mañana... dos cosas totalmente irreales cuando lo único cierto está sucediendo ahora mismo y no se da... o no se quiere dar cuenta.

 Mejor nadar contracorriente, pedalear o correr hasta no poder más... y nunca más... y que al menos el día de hoy, valga la pena.