martes, 25 de noviembre de 2014

A rueda.

Del baúl de los recuerdos, en la esquina de 2009, acabo de encontrar unas imágenes de la primera prueba Tristar que se celebró.
Aún recuerdo el revuelo montado por el formato que tenia: 169 kms de ciclismo por toda la provincia de Cádiz, 1000 mts de natación cruzando el Guadalquivir en su desembocadura y 30 kms corriendo hasta Matalascañas sobre las arenas (y aguas) de esa inmensa playa de Doñana.


El ciclismo se hacía tal cual, con drafting. Aquello y el orden de las pruebas, hizo que muchos se rasgaran las vestiduras y se tiraran de los pelos, aludiendo a la pureza y al espíritu del triatlón. Una herejía en toda regla.
Mae mía... si levantaran cabeza ahora y vieran los pelotones ironmaniacos que se forman... (en pruebas sin drafting)..
Me traen las fotos buenos recuerdos. Como se empezaba con lo "mío", disfruté mucho al principio. Primeros 80 kms escapado y el resto, hasta esos 169 finales, ya lo podéis ver, descarada... intencionada... y sobre todo, necesariamente a rueda. Siempre a rueda, y gracias.



Las fotos corresponden al km 100 donde entramos al Circuito de Velocidad de Jerez, le dimos la vuelta por la pista de servicio y salimos igual que entramos, a toda pastilla...
Una vez en San Lucar de Barrameda, la cosa era curiosa, porque te quitabas,  entre dolores de cintura y calambres, las zapatillas y el casco para ponerte el gorro y las gafas. Ahí ya, me olvidé de los compañeros de grupo y dejé (a la fuerza, por supuesto) que se divirtieran por su cuenta y por delante. Algunos de ellos eran Marcel Zamora, Francois Chabaud, A. Santamaría, Victor del Corral...

No solo porque estuviera más kms que ellos escapado anteriormente y disputando premios intermedios, sino porque sencillamente eran superiores a mí (creo que esto, y con esos nombres, sobra explicarlo), la estrategia era clara y salió bien. Mi puesto al final creo que fue el 11º, pero mucho mejor que eso fue, ver que con casi 40, podía aún moverme y aguantar.
Con uno o dos relevos que hubiese dado, en menos que lo cuento habría ido solo, detrás, descolgado y con ganas de bajarme de la bici. Así jugué mis bazas, así salieron, y desde luego, si se hubiese presentado la posibilidad de mejorar mi resultado, no lo habría dudado ni un momento.
En ningún lugar está escrito que una competición no sea para competirla, hasta el final.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Queriendo o sin querer, y no teniendo nada, sigo siendo afortunado.

No he dejado de escribir. Y casi todo ha sido para el blog.. aunque no ha sido publicado. 
La razón ha sido no encontrar el momento para publicar, porque no cualquier momento es bueno, aunque sea para las cosas sencillas.

Curiosamente, es lo último que pienso lo que va a salir en primer lugar del horno.


A falta de una participación más este año, en la FalcoTrail Sky Marathon dentro de dos semanas, ayer me dio por repasar un poco las estaciones en las que el tren este medio oxidado ha ido parando.

Queriendo o sin querer (que no tengo claro yo cuando ha sido de una forma u otra...) el caso es que correr se ha llevado casi toda la dedicación que le he dado al deporte y ya puestos, la montaña ha sido donde más me ha apetecido dejarme caer (a veces literalmente...).

Seis competiciones de montaña y un reto (una borrachera de amistad y deporte, más bien). No han sido muchas para lo que a uno le gustaría, pero al menos, sí que han sido bien y acertadamente elegidas.
Las seis suman unos 480 kms con dorsal y unas 58 horas de competición... y luego está el reto.

Todas me han aportado mucho en todos los sentidos, diversión, aprendizaje, nuevas amistades, incluso pequeñas alegrías a la venilla competitiva esa que conservo en forma de resultados. Pero eso ahora, no es el tema, porque además de todo eso... ha estado el reto.

El reto no fue conseguir nada increíble, sino intentar hacer que lo increíble o imposible vaya pareciéndose cada día más a lo normal. Lo común.

Ayer volví a entrenar por Sierra Espuña y no dejé de pensar y acordarme de finales de marzo cuando fui uno más de un grupo de gente que, aparentemente ofrecía algo cuando en realidad no hicimos más que recibir.
Cada uno sabrá hasta qué punto le supuso aquel día y sus 11 horas de esfuerzo, algo útil a partir de entonces.

Lo mío, ya lo dije. Me dio fuerza y mucha mucha tranquilidad. Hacía apenas unos días que me habían dado un pequeño "susto" en forma de preocupación por mi salud, por mi corazón y acudir allí, ya no fue cosa de compromiso adquirido, sino de necesidad personal.
Lo que un niño puede llegar a enseñarte, por años que tengas, es algo que solo se puede apreciar y entender si te cruzas en la vida y en el mundillo este del deporte con uno como Andrés y por supuesto, con el resto de su familia y en nombre de ella, su madre María Dolores Chumillas.

Ayer me acordé de aquel día, de aquellas personas y de Andrés, que sigue peleando por mejorar con la entereza que ya quisiera yo para mí y para muchos que entrecorchados con agonías inútiles y vacías, lloran cada dos por tres pidiendo a gritos alabanzas, valoración y aprobación del resto.

Llevo mucho visto y vivido ya, a pesar de no ser tan viejo como a veces quiero hacer creer y puedo decirlo, Andrés sin duda... como lo diría?... nos pasa a todos por encima... nos da mil vueltas y no necesita para ello, ni ponerse un dorsal siquiera.

La Vuelta a Espuña fue, con diferencia, la prueba donde más disfruté, más aprendí, más afortunado me sentí y desde luego, donde más estímulo para seguir peleando por lo que sea que tenga que pelear, me llevé.

El deporte y su esencia, hablan de vivir la vida intensamente. Mi suerte, mi fortuna, es que a veces lo consigo.