domingo, 23 de noviembre de 2014

Queriendo o sin querer, y no teniendo nada, sigo siendo afortunado.

No he dejado de escribir. Y casi todo ha sido para el blog.. aunque no ha sido publicado. 
La razón ha sido no encontrar el momento para publicar, porque no cualquier momento es bueno, aunque sea para las cosas sencillas.

Curiosamente, es lo último que pienso lo que va a salir en primer lugar del horno.


A falta de una participación más este año, en la FalcoTrail Sky Marathon dentro de dos semanas, ayer me dio por repasar un poco las estaciones en las que el tren este medio oxidado ha ido parando.

Queriendo o sin querer (que no tengo claro yo cuando ha sido de una forma u otra...) el caso es que correr se ha llevado casi toda la dedicación que le he dado al deporte y ya puestos, la montaña ha sido donde más me ha apetecido dejarme caer (a veces literalmente...).

Seis competiciones de montaña y un reto (una borrachera de amistad y deporte, más bien). No han sido muchas para lo que a uno le gustaría, pero al menos, sí que han sido bien y acertadamente elegidas.
Las seis suman unos 480 kms con dorsal y unas 58 horas de competición... y luego está el reto.

Todas me han aportado mucho en todos los sentidos, diversión, aprendizaje, nuevas amistades, incluso pequeñas alegrías a la venilla competitiva esa que conservo en forma de resultados. Pero eso ahora, no es el tema, porque además de todo eso... ha estado el reto.

El reto no fue conseguir nada increíble, sino intentar hacer que lo increíble o imposible vaya pareciéndose cada día más a lo normal. Lo común.

Ayer volví a entrenar por Sierra Espuña y no dejé de pensar y acordarme de finales de marzo cuando fui uno más de un grupo de gente que, aparentemente ofrecía algo cuando en realidad no hicimos más que recibir.
Cada uno sabrá hasta qué punto le supuso aquel día y sus 11 horas de esfuerzo, algo útil a partir de entonces.

Lo mío, ya lo dije. Me dio fuerza y mucha mucha tranquilidad. Hacía apenas unos días que me habían dado un pequeño "susto" en forma de preocupación por mi salud, por mi corazón y acudir allí, ya no fue cosa de compromiso adquirido, sino de necesidad personal.
Lo que un niño puede llegar a enseñarte, por años que tengas, es algo que solo se puede apreciar y entender si te cruzas en la vida y en el mundillo este del deporte con uno como Andrés y por supuesto, con el resto de su familia y en nombre de ella, su madre María Dolores Chumillas.

Ayer me acordé de aquel día, de aquellas personas y de Andrés, que sigue peleando por mejorar con la entereza que ya quisiera yo para mí y para muchos que entrecorchados con agonías inútiles y vacías, lloran cada dos por tres pidiendo a gritos alabanzas, valoración y aprobación del resto.

Llevo mucho visto y vivido ya, a pesar de no ser tan viejo como a veces quiero hacer creer y puedo decirlo, Andrés sin duda... como lo diría?... nos pasa a todos por encima... nos da mil vueltas y no necesita para ello, ni ponerse un dorsal siquiera.

La Vuelta a Espuña fue, con diferencia, la prueba donde más disfruté, más aprendí, más afortunado me sentí y desde luego, donde más estímulo para seguir peleando por lo que sea que tenga que pelear, me llevé.

El deporte y su esencia, hablan de vivir la vida intensamente. Mi suerte, mi fortuna, es que a veces lo consigo.

No hay comentarios: