miércoles, 1 de abril de 2015

Has ido a correr. Corre.

Dicen que no hay mejor sensación para un deportista que la de llegar a meta.
Si acaso, a eso le puede superar, llegar a meta en primera posición.



Yo creo que hay una que le supera y que cualquier corredor, ciclista, triatleta o deportista de resistencia en general puede sentir alguna vez.

Ese momento en el que haces lo que estás haciendo y no te planteas por qué. Solo sabes que ese día es ahí donde debes estar.
Ese momento donde no miras para atrás y no quieres saber nada de los 70 kms que llevas recorridos y apenas piensas en los 43 que tienes por delante



Al fin y al cabo, son solo números que no cambian por mucho que lo pienses.


Hay un tramo en toda carrera, donde corres sin pensar que llevas dorsal y sin más compromiso que el de seguir haciendo lo que has ido a hacer.

Lo que me quita el tiempo para entrenar, me da la vida para todo lo demás.

Entrenar es hacer deporte. Participar es deporte. Competir es competir.

El gusto por entrenar, por lo menos en mi caso es, desde hace unos veintitantos años, gusto por hacer deporte.


El valor del ego.
Me cuesta entender, sin dejar jamás de respetar, a quien sin ser profesional, infravalora días, semanas e incluso meses de entrenamiento porque el resultado en una clasificación no ha sido el esperado.
Es comprensible. Soy el primero que si preparo algo a conciencia y no sale, tiro de autocrítica, me enfado un buen rato por no haber sido capaz de obrar como preveía o maldigo la mala fortuna durante unos minutillos.
Por supuesto. Soy competitivo... eso ya no tiene solución.

Pero de ahí, a pensar que nada valió la pena porque esta o aquella prueba salió mal, no la terminé o no me vi al 100%... va un mundo.


Haz lo que digo, no lo que hice.
Yo antes entrenaba mucho. Para algunos, muchísimo.
Lo cierto es que para mí, eran dos cosas distintas. Entrenar era un placer y competir otro. Cuando las dos salían bien... pues doble placer.




Entrenar menos. Tan placentero como antes.
Ahora entreno bastante menos, aunque disfruto encajando las sesiones y sacándoles el máximo jugo posible según el tiempo que tenga y el objetivo que me haya marcado.
Obviamente, si quiero entrenar algo, no puedo prodigarme mucho en las carreras y por eso también, puedo enfocar, gestionar y preparar mejor cada una de ellas.
Menos tiempo para entrenar por ser padre, es algo que venía deseando desde hace muchos muchos muchos años. Todos los que pasé deseando que mi niña llegara. Pero ese "menos" no lo cuento, no lo cuantifico, ni le doy la menor importancia. Lo que tengo en casa no da pie a la más mínima comparación.


Entrenar a deportistas.

El reparto del tiempo en la balanza queda volcado hacia el lado del grupo de deportistas a los que llevo la preparación, en algunos casos desde hace varias temporadas.
Y sigo disfrutando, mientras preparo a otros al hacer Ironman, Medio Ironman, Maratón y Media Maratón, Trail, Triatlón, pruebas de Ciclismo, pruebas de MTB, Carreras Populares... y lo disfruto porque me hacen disfrutarlo aquellas/os que me hacen partícipe de su preparación, de su mejora y de cuanto sienten al entrenar y competir.

Son muchos años ya desde que empezó este proceso. Puedo sentir una prueba que hago o puedo sentir decenas de ellas al cabo del año. De otra forma sí, pero con mucha intensidad.
Aún así, quedan muchos dorsales por ahí con mi nombre..., repartidos, espaciados en el tiempo, pero esperando.

Los retos son mucho más grandes y reconfortantes de lo que imaginamos.
Los retos no son una salida y una llegada marcados. Si son..., como solemos decir, "retos personales", entonces la salida se sitúa en el día de la propuesta, el recorrido se marca durante la preparación y la guinda del pastel es llegar al día objetivo.
Llegar a meta entonces, puede llegar a ser una mezcla enorme de felicidad y tristeza.
Feliz porque lo has conseguido, y triste porque por lo menos ese camino, aparentemente se acaba...

Aunque tú y yo sabemos que no es así.