martes, 29 de mayo de 2012

La del camino.


La del camino es la historia de unos pies. Unos pies que no quieren parar y a los que no les importa si la tierra que pisan es del norte o del sur, si siguen pisándola mientras tengan vida.
Son mis pies, los suyos, los tuyos.
No sé porqué fui. No fue algo que me planteara. Posiblemente, era algo que, sencillamente, tenía que hacer.
Dormir en el suelo andaluz justo dos dias después de hacer uno de los triatlones más duros y bellos que recuerdo, puede parecer algo incomprensible y hasta una sinrazón. Yo creo que no.

La del Rocío, me cuesta explicarla mucho más, porque tengo que viajar muy adentro y solo las manos que me sujetan pueden entender lo que mis ojos ven. Las manos de mi mujer.

Mis ojos acostumbran a creer lo que ven y poco más. Y vieron personas de todas las edades, de todos los niveles sociales, caminar, tragar polvo durante horas y horas, acampar, levantarse antes que el sol y volver a caminar. 
Vieron a muchos llorar y emocionarse por quién sabe qué alegría interior o qué dolor. 
A mis ojos les sucedió lo mismo en más de una ocasión y por esas mismas dos razones.
Durante días caminas acompañado, en unión y hermanado, y al mismo tiempo, en la más completa soledad. 
No solo hablas con esa persona que llevas dentro y a quien hace tiempo no le prestabas demasiada atención, sino que recuerdas a tus seres queridos, estén o no estén ya contigo. 
Noté como cada paso sobre la arena me acercaba aún más a la convicción, a la fe, a la devoción que siento hacia mi mujer, hacia mis amigos y hacia las personas que son capaces de llorar con el corazón.

Eso es el Rocío. O al menos, mis ojos así lo vieron.

lunes, 28 de mayo de 2012

La de Bilbao.


Fue la que me hizo volver a la tierra donde el deporte es casi religión.
  Foto: Gentileza de Festak.com.
Un medio ironman y un día donde la lluvia no dio tregua, donde la niebla y el frío nos azotó durante los pasos por el alto del Vivero y su bajada. Donde costaba frenar con esos dedos congelados y faltos de sensibilidad… tan malos ellos…

El dolor de los pies helados solo se notaba al pensar que con esos mismos… debía correr después.

Allí donde arreciaba la lluvia, había gente en las cunetas. Allí donde el frío calaba, había gente… allí donde uno se habría rendido, sin pensarlo, mil veces… resultaba imposible… había gente. Religión.
 Foto: Gentileza de Juankar.
La de Bilbao, fue la prueba de mis compañeros, mucho más allá de todo lo que yo hiciera o pudiese hacer, cruzarme con ellos y recibir sus ánimos no es algo que se pueda explicar fácilmente. Realmente, eso es lo que me quedará en la memoria.

Fuimos trece Urbikos y hasta al último de ellos lo tengo en mente, pero no puedo dejar de mencionar hechos que hacen grandes a las personas y a sus corazones, y son como el resto, y para mi suerte, mis compañeros.

Milos y Nuria. Decisión. Dos de las chicas del club, enfrentándose a algo más que un medio ironman. Enfrentándose a las dudas, a la incertidumbre, al ogro que no pudo con ellas.
Milos 
 Foto: Gentileza de Festak.com.
Nuria 
Foto: Gentileza de Festak.com.
Mikel Etxebarría. Fe. Fe en sí mismo. Dejando atrás el miedo de una columna dañada hacía pocos meses. Venciéndose a sí mismo.
Mikel
Foto: Gentileza de Juankar.
Y Victor. Devoción. Devoción por su familia. Devoción por su madre.
Bitorro
 Foto: Gentileza de Festak.com.
 ¿Y la crónica?,  pues breve, porque:
 
Fue la de Bilbao, la prueba que debió ser un pequeño punto aparte éste año y ha conseguido que solo quede en un punto y seguido.

La que no dejó que me preocupara al lanzarme a esa ría con aguas gélidas venidas del cantábrico y de los ríos que dejan sus aguas en ella. 
Mala natación y un solo camino, remontar.

Y la consecuencia de esa orden inmediata, fue un nº: 293 adelantamientos al final de la prueba. Datos, números que solo sirven para imaginarse la película, pero nada más.
                                                                             Foto: Gentileza de Festak.com.
La de Bilbao fue la historia de cientos de historias juntas. Tan hermosa como cualquier otra o incluso más. 
  Foto: Gentileza de Festak.com.
La de Bilbao, es esa prueba a la que quiero volver y, si no es mucho pedir, hacerlo con la misma gente.

jueves, 17 de mayo de 2012

Mi segunda piel.

Monas que se visten de focas.

En el Ironman WesternAustralia, en Busselton, nos decían los días previos, que no temiésemos ser atacados por tiburones el día de la prueba. Aludían, entre otras razones, a que los escualos, en realidad atacaban para comer... a focas...

Inmediatamente, mi cabeza imaginó la escabrosa, violenta, sangrienta y acojonante escena... varios tiburones blancos atacando a un grupo de focas... y en ése momento, mis ojos se abrieron como platos y un ligero temblequeo de piernas se me fue pasando hasta los pelos de la coronilla...
...¡¡¡un grupo de focas¡¡¡ y a qué diablos nos parecemos mil personas nadando en pleno océano Indico con trajes de neopreno negro????

Menos mal, que las diferencias eran tan grandes, que el tiburón blanco no se habría equivocado al ver a una foca deslizando o a un murcianico de acento panocho dándole palos al agua.

Esto ocurría allá por finales de 2006, y las cosas... van cambiando, por suerte para mí que voy mejorando un poco y por qué no decirlo, para la foca... que algún día ya no será el único objetivo.

Los materiales evolucionan de una forma tan increible como rápida y esto, si hablamos de neoprenos, se nota mucho más.

Este año, para salvar en la medida de lo posible mi deficiencia técnica en el agua, buscamos la mejor combinación de deslizamiento, flotabilidad y comodidad con el nuevo Orca 3.8.

Si el anterior me parecía algo increible, éste ya es una pasada. Los primeros días, dudé hasta con la talla, pensé que me quedaba grande y todo era debido a la sensación de no llevarlo. Mucha menos presión y en algunas zonas parece que llevas una segunda piel.

Es el tercer neopreno que tengo desde que hago triatlón, y tanto este como los anteriores, siempre han salido de Ciclos Carrillo, donde, aparte de la variedad para elegir, siempre me llevo la tranquilidad de llevarme lo que mejor se adapta tanto a mi cuerpo como a mis necesidades. Nada mejor que confiar en gente que lleva tantísimos años metidos en el mundo del triatlón.
Cada día a más y cada día a mejor y cambiando, porque ahora ya la mona no se viste de seda... se viste de foca.

jueves, 10 de mayo de 2012

Los regalos de los cumpleaños.

El sustento de mi alegría.
 
Foto1: 2007. Camp. del Mundo de Powerman Zofingen. El día anterior con mi hermana Dori.

Siempre he entendido que la importancia del deporte al nivel que intento practicarlo, (y entiéndase este nivel como cualquiera menos profesional) está muy por debajo de la importancia que le doy al verdadero sustento de mi vida, que lo componen la familia, la amistad sincera y la convicción de que se puede hacer un mínimo esfuerzo para que éste mundo sea cada vez un poco mejor.

Intento que mi forma de hacerlo, de entrenarme y de competir contra mi mismo, se mueva siempre dentro de esas tres premisas, familia, amistad, solidaridad. 

No siempre fue así. Fuí joven y tuve otro tipo de aspiraciones cuando aún me quedaban años donde buscarme un hueco entre aquellos que hacían de su pasión su trabajo. 

No lo logré y por suerte, fuí capaz de entender que si no conseguí llegar, no era por ninguna otra razón más que mi insuficiente nivel para lo que pretendía. Excusarme no era una opción, más bien una pérdida de tiempo.
Foto 2: Zofingen 2007. Uno de los mejores momentos como deportista que se pueden tener. Con mi hermana y mis amigos, acompañados por Majo e Inma y formando un grupo al que llamamos Trixanto a punto de tomar parte todos, como una piña, en la prueba de duatlón más dura y bonita que existe. Powerman Zofingen.

A veces, aceptar no es resignarse, y mi amor por el deporte nunca se vino abajo por tener que aceptar aquello.

Tengo claro que he nacido para caerme mil veces y levantarme una menos... obviamente.. la mil me será imposible.

Poder competir y aprovechar mi esfuerzo para ayudar a otros, ya lo dije hace tiempo, no es, por mucho que uno se empeñe, algo altruista. 
En cuanto empiezas te das cuenta que la sensación de bienestar interior supera con creces lo que tu puedas dar a cambio. Se recibe mucho más de lo que se da y eso engancha. 

Cada vez te sientes mejor y cada vez te olvidas más de los resultados y ves que la única importancia y valor de estos, se basa únicamente en tu propia, silenciosa y humilde satisfacción interior. Te has vuelto a vencer a tí mismo y de alguna manera, le vences al paso del tiempo, y por un segundo, también a la muerte. 
Te sientes muy vivo, y no necesitas que nadie lo sepa. A esto, yo le llamo plenitud aliñada de madurez, tanto de deportista como de persona.

Como dice Mercé, la vida se va con los regalos de los cumpleaños... y solo quedan los que nos amaron... porque se pierde lo que no se da.

Correr por otros, no es dejar de correr por uno mismo, es darle un valor añadido a tu esfuerzo y sentirte reconfortado siempre, sea cual sea el resultado. 

Ahora que llevo así unos años lo entiendo, y qué pena no haberlo hecho antes. La gente ha dejado de alegrarse por los efímeros y modestos resultados de Ramón el competidor... ahora se alegran más, si cabe, por verme sonreir. 

Pocas victorias pueden superar a eso, porque eso no es ganar un trofeo, ni vencer a ningún semejante, es sencillamente, vencer en la vida, al paso del tiempo, y por un segundo, también a la muerte.