Apenas hace unos minutos que he cruzado esa meta y un vacío físico que casi no me deja hablar, tampoco deja que exprese mi alegría. A veces, el cansancio es tal, que no deja que caigan las dos míseras lágrimas que tu corazón tenía preparadas para ése momento.
Me han visto mal durante la maratón, me han visto ir muy lento a la mitad y caminando al final, me han visto mala cara y lamentablemente para ellos, han pensado que no estoy contento.
El cansancio apenas me deja sonreír, y eso que sonreír… precisamente, es lo que más necesito ahora mismo.
Tres segundos de recuerdos.
He cerrado los ojos durante tres segundos exactos, y toda la cinta de mi película, de mí día esperado, se ha rebobinado a cámara rápida… empiezo a pensar, que tras tantos ironman, mi cabeza está fabricando un rincón dedicado a grabar imágenes de cada paso que doy, de cada momento sufrido, de cada jadeo o gota de sudor gastada.
He intentado levantar los brazos al cruzar meta, y el gesto, apenas habrá parecido más que un tímido saludo.
El abrazo de Jesús y Emilio, que me esperan, es lo primero bueno que siento en las últimas cuatro horas.
Por lo visto, ha hecho mucho calor durante la maratón, … pero yo, a veces tenía frío, un frío terrible que me erizaba el vello de la piel quemada.
Durante la última vuelta, caminar ha sido mi tormento, y no tanto por el hecho de hacerlo, que para nada es una deshonra, sino porque yo… no me preparo para andar en un ironman.
He vuelto a pasar por una de las cabinas de aseos… creo que ya van cuatro veces… y cada una de ellas, ha empeorado mi estado físico y con él, mi moral.
Faltan 21 kms.
La tercera vuelta me ha dejado correr, muy lentamente. Sabiendo que la caida era ya irremediable. Sabiendo que no tendría ya, guinda mi pastel. Pero sabiendo también, que si me mantenía firme, el pastel, el gran pastel… ser finisher, me lo acabaría comiendo, una vez más… acaso la primera.
Mi mujer está, como siempre. Y como siempre, la sensación de soledad que todos tenemos ante el sufrimiento, se disipa con su presencia.
Jesús tiene a Carmen y a los críos animando y le deben llevar en volandas, porque cuando me animan a mí, parece que los males se me fuesen por unos segundos.
Faltan 30 kms.
Durante la segunda vuelta, he recibido el aviso de que esto no sería fácil. De que todo iba bien… hasta ahora, y a partir de aquí, el ironman decide… y no yo.
Ya he parado una vez en esas cabinas que veo al fondo… y tendré que volver a hacerlo… me pregunto si quedará papel…
Tras esa segunda parada “técnica”, entiendo al momento, que lo que buscaba yo hoy, el extra, sencillamente, no es para mí, y que otros lo van a merecer más.
Faltan 42 kms.
He salido a correr con ganas, con precaución, pero convencido de que puedo, de que estoy bien, de que he guardado en la bici y que 42 no son nada al lado de 101…
Un paseo por los Alpes mediterráneos.
Extraño ha sido el recorrido en bici. Lleno de subidas largas, cortas, tendidas y alguna que otra con su particular mala leche… y sin embargo, rápido… es lo que tiene, pues toda subida, lleva su bajada.
Increíblemente bello en su zona intermedia.
La tranquilidad que no tuve en otras pruebas, me ha dejado disfrutar por momentos del paisaje, y hasta me ha dado cierta rabia, no tener más tiempo para saborearlo… cita pendiente con Niza, desde luego.
Vuelvo a observar, por desgracia, lo mismo que en la natación… que aquí no cabe tanta gente.
Que una organización tenga los medios necesarios para montar unos boxes de medio kilómetro, o que tenga gorros de latex para más de dos mil quinientos participantes, no quiere decir que sea capaz de controlar semejante tren en marcha…
Demasiados grupos y demasiado numerosos, demasiado descarados y demasiada desidia por parte de los jueces… demasiada no, toda.
Por las notas que tome hace días, calculo que estoy empezando la parte más fácil del recorrido, la bajada… y lo tengo que calcular porque mi ya, descarada maldición con los cuentakilómetros se ha repetido como en todos y cada uno de los ironman que llevo hechos… se ha roto nada más salir y no tengo más referencias que mis resoplidos.
Los kilómetros se hacen cortos a veces, cuando algún paisano me adelanta y me saluda... David, Emilio...
Me noto bien, he comido, he bebido y nunca he forzado más de la cuenta… ha llegado mi momento, ahora me toca hablar a mí… pero en vez de hablar, grito… grito y maldigo mi suerte mientras aguanto el dolor que una maldita abeja de los Alpes me ha provocado en la barriga… ¡ay Dios mío… que soy alérgico!… que no me hinche!… que no me hinche!… le pido a quien quiera oirme….
Faltan 180 kms de "paseo".
Esta mañana, he salido bien en bici, con ganas, convencido y sin el más mínimo miedo a la distancia. El agua tampoco es que me haya ido genial, pero para el añico que llevo… no es consuelo sino mi “vaso medio lleno” lo que me hace aceptar con alegría ése tiempo.
Ya he salido del agua, voy corriendo hacia mi bolsa y todavía sigo recibiendo palos de otros participantes… esto es una locura, no cabemos.
Todavía en el agua y en la última boya, la guerra continua. Los puños, que son ametralladoras, no dejan de disparar ni un solo instante desde que dieron la salida… y yo, por lo visto, soy una apetecible y enorme diana…
Estoy en el cajón que hay junto a los profesionales antes de salir… porque me considero bueno… buenísimodelamuerte?, no. Porque estoy atontao… porque me he equivocado al situarme, ni más ni menos.
Jesús y yo estamos juntos en la salida y es emocionante esperar con un amigo de verdad, los minutos previos. Me dice que mejor así… que ya que le van a dar ostias, que mejor que se las dé un amigo… pues sí Jesús… menudo consuelo…
Empieza a amanecer. He preparado la bici y todo está en su sitio. Ruedas hinchadas, zapatillas, bidones y geles colocados… tengo la sensación de haber hecho ya este ritual por lo menos quince veces… estaré delirando?
Falta todo un día.
Pocas veces he desayunado tan bien y con tanta tranquilidad como hoy… hasta en esto las sensaciones son inmejorables.
La cena anoche, fue una mezcla divertida de ingesta de pizza y juegos varios con los críos de Jesús, y consigo evadirme por completo de cualquier presión pensando en mañana, si acaso la tenía.
Ayer nadamos por la mañana y hasta intuí que algo bueno me esperaba para hoy… tampoco me equivoqué demasiado....
Nadábamos Jesús y yo, codo con codo y mientras nadaba pensaba que ya había conseguido todo lo que deseo de cada ironman. El trabajo ya estaba hecho y yo satisfecho.
Me sentí feliz de mi suerte, de la compañía de un jovenzuelo como Jesús, ilusionado como pocos ante su aventura y sus sueños... que terminé haciendo míos.
Ayer, sábado por la mañana, y a un día de que me dieran la salida, ya todo había terminado. Lo que hoy aconteciera, fuese lo que fuese, sería poco más que una guinda, la guinda de ese pastel que de nuevo me he conseguido comer.
He vuelto.
He vuelto a abrir los ojos y me siento mareado, y es que… pensar todo esto en tres segundos… no es cosa cualquiera.
He vuelto a abrir los ojos, y sonrío por fin… hace unos minutos que apenas he levantado los brazos en meta… y siento que son los primeros minutos de otro camino a cualquier parte, de otro motivo para seguir.