Dicen que las montañas hablan a quienes pretenden alcanzar sus cimas y que mientras hablan, deciden si se les corona o no.
El montañero ha de ser cauto y poner toda la atención posible para escucharla.
Esta montaña mía, ésta que por ahora y en ésta ocasión no quiere, se llama DLD Sueca.
Y aunque no siempre soy de los de oído fino, ésta vez la he escuchado con total claridad.
-Roto no, ven débil, ven fuerte, como quieras, pero roto no-
Son casi dos semanas haciendo todo lo posible por encontrar una forma, una posibilidad de estar en la salida… estar en la salida, mi mejor premio, al fin y al cabo.
Estoy tranquilo, sereno y demasiado avergonzado.
Tranquilo y sereno porque nada pierdo de valor. El valor allí lo tienen los amigos, los organizadores que tan bien me han tratado siempre, amigos ya desde hace dos años; lo tienen los compañeros que éste año irán a correr “eso que el murciano hace cada año”; lo tienen esos que conozco de otras ocasiones y a los que no conozco y me hablan de saludar, Ferran, Matola… (buscaremos otra ocasión)… todas éstas cosas válidas, si que me las pierdo, de momento… pero ni siquiera esto es lo importante.
Demasiado avergonzado.
Para seguir dando a entender que me quejo, que lo paso mal o simplemente que estoy algo desilusionado. Nada de eso.
No me gustan los días nublados y cuando escribí la entrada anterior, el sol no acababa de salir, un mal día y nada más.
Tengo montones de razones para sentirme afortunado y pocas, muy pocas reales y verdaderas para no hacerlo.
Mirar así, hacia delante, es la razón última de haber conseguido cosas que nunca imaginé hacer, por eso y solo por eso, me averguenza quejarme si la razón no es realmente importante, y ésta no lo es. Si corro o no, si tengo una lesión o dos, qué más da.
Cada día es un regalo, un premio que se me da… no sé muy bien por qué. Hacer lo que quiero y como quiero es ya… como la guinda final.
La entrada anterior la escribí justo antes de conocer la historia de Arturo Escribano, un joven deportista que hasta hace pocos días, escribía en su blog el difícil y lento… a veces demasiado rápido, paso de los días. Nos ha dejado. Se ha ido y como tantas otras veces, por desgracia, deberíamos ser capaces de convertir esa injusticia en algo útil, aunque solo sea para y por nosotros mismos.
La importancia de las cosas y su valía, hoy es todo y mañana no vale nada.
Yo debería tener la lección bien aprendida, tanto o más como el que más…
Y no siempre lo consigo; acabo dejando que éste o aquel propósito deportivo, sea quien dictamine si debo o no ser feliz. Esto no puede ser, no debe ser. No es justo y mucho menos moral, teniendo en cuenta que siempre hay alguien que lo está pasando mal, pero mal de verdad.
No sé si se me escuchará cuando lo diga, pero lo voy a intentar gritando: SOY FELIZ, maldita sea¡¡¡ lo soy, estoy vivo.
Tengo ganas de que llegue el día en el que no tenga que volver a repetírmelo para creerlo.
A todos, nos vemos en la próxima o en la siguiente, pero nos vemos.