jueves, 14 de marzo de 2013

El deporte me tiene comida el alma, pero mi corazón no le pertenece.

Quien haya seguido este blog desde hace más o menos tiempo, sabrá que no hago entradas solo cuando hay alguna competición o tema de material que tratar. Triatlón y otros vicios, no deja de ser un blog personal, de una persona que practica deporte de forma amateur y de alguna manera, mezcla comentarios y sensaciones de esa vida deportiva con la personal, al final, todo es uno.

Incluso, la foto de portada, de aquella meta del Ironman de Hawaii en 2010, mentiría si dijera que no me produciría rubor si esos brazos alzados fuesen en señal de "victoria". No es así. Podría, pero no lo es. Aquel día le vencí a la vida y le dí las gracias al cielo, nada más. Esos brazos no se alzaron como alegría, sino como gratitud, como sumisión y hasta como penitencia. Ni siquiera recuerdo el momento de levantarlos.

No soy nada más que lo que soy, y ni mucho menos, mejor que cualquiera.

Últimamente, las entradas escasean, para lo que en mí era más normal. Hay una razón clara y sencilla. Voy a ser padre en breve y estos últimos meses mi cabeza nerviosa, apenas para un momento para dejarse llevar y escribir con la ventana abierta, el blog.

Sigo compitiendo y en la medida que pueda, seguiré haciéndolo, quizás menos, quien sabe si más... por mí: virgencica que me quede como estoy...

El domingo pasado puse de alguna manera el punto y final a un bloque de competiciones que ha durado más de un año. No soy de marcar temporadas, porque eso ya lo hacen las lesiones, enfermedades u otras circunstancias que te obligan a parar durante días. En este caso, es un punto y final más mental que otra cosa. Hasta aquí quería llegar y hasta aquí he llegado. El deporte me tiene comida el alma, pero mi corazón no le pertenece.

No creo en las casualidades, creo en las circunstancias y en como las cosas suceden siempre por un motivo anterior, un paso o un movimiento previo. Eso que llaman, el aleteo de una mariposa.

Que el último dorsal haya sido en una prueba como Unretocompartido, en favor de los niños y niñas de atención temprana, no es algo buscado, pero tampoco casualidad. Hace años que entiendo la relativa importancia de conseguir resultados más o menos buenos, las felicitaciones o los silencios tras un supuesto "fracaso", de una forma muy distinta a la de cuando era más joven. Me pueden más las motivaciones y las causas, y si las pruebas no las llevan consigo, yo me las llevo en el zurrón de casa.

La motivación del entrenamiento precede y supera a la de la misma competición. La alegría y el desasosiego ya no dependen tanto de una hoja pegada en la pared donde mi nombre aparece tras una clasificación. Yo estoy aquí para disfrutar, aunque sea con el corazón a 180 pulsaciones.

No entiendo una buena carrera si no hablo con otros, si no saludo o me río, si no disfruto del bullicio antes y después de la prueba,  no la entiendo por muy bien que me pueda ir.  
Si ahora mismo me dijeran que voy a vencer en todas las que haga pero que no tendré nada de lo anterior, dejaría los dorsales de inmediato y como dijo aquel... me dedicaría a la pesca y a escribir libros, que para estar solo, mejor tranquilo.

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