lunes, 13 de mayo de 2013

No seas también, otro tonto del botijo


En la edad del pavo, en mi cabeza había dos huecos susceptibles de llenarse. Uno era para la bicicleta y el otro para todo lo demás.
En ese todo, los estudios, el bachiller, intentaban abarcar todo lo posible y aquí, mi menda, no lo ponía nada fácil.

Era yo, de los que sacaban media razonable o suficiente en las notas gracias al deporte y al dibujo, y lo peor de todo es que esto no sucedía porque fuesen quizás las que mejor se me daban, pero sí las que más me gustaban. Quiero pensar eso, aún hoy, porque así para mi regocijo, además de lumbrerense, por un instante me siento también un pequeño lumbreras...

Pues aquel día tocaba dibujar un botijo (dices tu la mili...). El profesor sevillano lo puso sobre su mesa y nos dio unos minutos para pasarlo al papel.
No me gustaba darme prisa en el tema de los trazos, precisamente porque me gustaba, era mejor recrearse en intentar hacerle sombras y darle volumen.

Una vez pasó el tiempo propuesto, el "sevillano" recogió uno a uno todos los dibujos y los colgó a modo de exposición en la pared y pizarra a la vista de todos.

Allí, había de todo... todo hay que decirlo.
Al tío del mando, que a mí por entonces, no me caía demasiado bien, se le ocurrió que fuese la clase la que eligiera el mejor dibujo.

Que mi botijo fuese el elegido, a día de hoy es intranscendente, pero oye... a quien no se le ríen los huesecillos cuando le pasan la manica por encima...

Y entonces, ocurrió.
Tras la votación, casi unánime, el sevillano de Sevilla y que tan "bien" me caía, se levantó, cogió mi hoja de la pared con su botijo dentro y delante de todos (sobre todo de mi careto) la rompió en mil pedazos ante la cara atónita de todos... la mía estaba algo más que atónita.

A continuación dijo: "A Ramón, le ha costado hacer un dibujo de notable un esfuerzo de suficiente y a Angel, le ha costado un esfuerzo notable un dibujo apenas suficiente, no puedo valorarlos igual, no sería justo para ninguno de los dos, porque entonces, Ramón dejará de esforzarse y no intentará mejorar aún más y Angel creerá que a pesar de tanto esfuerzo la recompensa no llegará nunca".

Me puso un 5 y a Angel un 8. Lo mío era un botijo con volumen, con sombras, con perspectiva y lo de Angel una forma casi abstracta que intentaba ser algo.

Tuve la suerte de tardar poco en entender aquello y más suerte aún en aprender pronto de aquello. El sevillano de Sevilla tenía más razón que un Santo. Me dio la oportunidad de mejorar aquella nota volviendo a dibujar el dichoso botijo, pero me animó a esforzarme para hacerlo todo lo bien que fuese capaz.
Que yo tuviese más facilidad por la razón que se sea que Angel para dibujar no significa que me esforzara más que él, el resultado no importaba tanto como el esfuerzo, como el camino hasta conseguirlo. Y lo mejor de todo es que por más que lo intentó y se esforzó, Angel no dijo nada mientras tanto, solo trabajó todo lo posible y nunca pretendió reconocimiento alguno, nada más que hacerlo bien, lo mejor que podía.

Un lugar llamado NingunaParte.

Empezó a caerme bien aquel profesor de dibujo. Aprendí que hay quienes aciertan con lo que hacen y lo hacen bien, incluso si los vientos les son favorables, consiguen sacar partido y enfocar su vida por ese camino. En deporte les llamaríamos profesionales, personas que viven durante un tiempo practicando y manteniendo el máximo nivel del que son capaces y viviendo más o menos de ello.
El 99% restante, los no profesionales, caen... caemos todos en el mismo saco.

Los niveles, las marcas, los logros, las condiciones, lo que pude ser y no fui, lo que pretendo ser... todo, debería quedar para uno mismo, como forma de motivación, de enriquecimiento personal y de "fórmula" para ser feliz, pero nunca, jamás para creer y mucho menos para intentar siquiera hacer creer al resto que se es más, superior o mejor... si al final, con que uno lo sienta por dentro es suficiente. Las palmaditas en la espalda te llevan a un lugar que se llama NingunaParte. No se sabe de nadie que se haya enriquecido por ellas.

Yo las pretendí queriendo hacer el dibujo de un botijo ligeramente mejor que el del resto de mi clase, con eso me bastaba, con eso era suficiente.... el mejor de mi clase... el menos malo.

Fui aquel día, el tonto del botijo. Y mis dos suertes fueron que hubo quien me lo dijo... y tuve oídos para escucharle.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy más que nunca tu entrada me inspira y me ayuda a levantarme. GRACIAS.

Neorider dijo...

Pedazo de entrada, enhorabuena, gran reflexión que muchos deberían hacerse mirar.

Un abrazo.

Emilio dijo...

Me quedo con todo, ya me la habias contado y ya ves si la aprendi, rapido rapido, pero por encima de todo me quedo con una cosa:
- Sevillanoooooo tenia que ser el malajeeeeeeeeee¡¡¡¡¡¡¡ jajajajaja

BURGUERA dijo...

Joder Ramón, a cada entrada te superas. Mi más sincera enhorabuena.

Anónimo dijo...

Magristral!!
He llegado a tu blog a través de una recomendación del facebook, y no me arrepiento para nada de haber invertido este "ratín" en leerte..
Muchas gracias por compartir tu experiencia.

Rubén dijo...

Me declaro Tonto del Botijo de la semana... Qué difícil es evitar dejarse arrastrar por la corriente social, de veras. Grandísimo artículo, muchas gracias.

José Enrique Murcia Casas dijo...

Muy buena entrada y uno de mis blogs favoritos !!!