martes, 29 de mayo de 2012

La del camino.


La del camino es la historia de unos pies. Unos pies que no quieren parar y a los que no les importa si la tierra que pisan es del norte o del sur, si siguen pisándola mientras tengan vida.
Son mis pies, los suyos, los tuyos.
No sé porqué fui. No fue algo que me planteara. Posiblemente, era algo que, sencillamente, tenía que hacer.
Dormir en el suelo andaluz justo dos dias después de hacer uno de los triatlones más duros y bellos que recuerdo, puede parecer algo incomprensible y hasta una sinrazón. Yo creo que no.

La del Rocío, me cuesta explicarla mucho más, porque tengo que viajar muy adentro y solo las manos que me sujetan pueden entender lo que mis ojos ven. Las manos de mi mujer.

Mis ojos acostumbran a creer lo que ven y poco más. Y vieron personas de todas las edades, de todos los niveles sociales, caminar, tragar polvo durante horas y horas, acampar, levantarse antes que el sol y volver a caminar. 
Vieron a muchos llorar y emocionarse por quién sabe qué alegría interior o qué dolor. 
A mis ojos les sucedió lo mismo en más de una ocasión y por esas mismas dos razones.
Durante días caminas acompañado, en unión y hermanado, y al mismo tiempo, en la más completa soledad. 
No solo hablas con esa persona que llevas dentro y a quien hace tiempo no le prestabas demasiada atención, sino que recuerdas a tus seres queridos, estén o no estén ya contigo. 
Noté como cada paso sobre la arena me acercaba aún más a la convicción, a la fe, a la devoción que siento hacia mi mujer, hacia mis amigos y hacia las personas que son capaces de llorar con el corazón.

Eso es el Rocío. O al menos, mis ojos así lo vieron.

2 comentarios:

TRIGORD dijo...

pa to vales rociero...

BURGUERA dijo...

Vaya versatilidad la tuya Ramón, cada día sorprendes más. Para bien, por supuesto. Saludos.