domingo, 9 de junio de 2013

En capilla. IRONMAN DE NIZA 2013.

15 DÍAS.
Dos semanas. Ese es el tiempo que falta para volver a vivir o revivir el incomprensible placer del sufrimiento consentido.


Y dos años. Ese es el tiempo que llevo sin sentirlo.

Hubo años de un ironman, otros de dos e incluso los hubo de tres por temporada y el pasado, el año 2012, elegí la mejor opción deportiva que puedo entender a un ironman en estos momentos, elegí ser parte del CORREVEIDILE, la ruta solidaria que nos llevó desde Chiclana hasta Gerona, y que se llevó mis fuerzas, rompió un poco más mis bolsillos y a cambio me llenó los pulmones de oxígeno, del bueno, del que no se contamina, del que te da vida. Del que te da una vida. 

Pero este año toca otra vez fundirme con la prueba, como lo estoy haciendo las últimas semanas.
Más delgado que ninguna otra vez, puede que hasta más motivado. Sobre todo, mucho más tranquilo. En paz con la prueba, con la distancia. En paz conmigo.
 
Una paz que me ha otorgado la paciencia necesaria para saber que si me entrenaba bien, mi pésimo estado de hace seis semanas, donde los mínimos se me hacían eternos y los 4 kilos de peso extra no ayudaban mucho a sentirse mejor; a todo eso le cambiaría la cara y la mía de buen año quedaría afilada, demacrada, de pómulos prominentes y ojeras hasta las orejas.
Que contrariedad, alegrarme de tal careto. Síntoma de estar bien...
 
En las últimas seis semanas no había tiempo para lo proporcional, había que arriesgar con lo exponencial y a día de hoy, sin obviar los mil y un contratiempos (en realidad, son las cosas normales del ironman), a día de hoy, como decía, no descarto absolutamente nada. 
 
 
Ese día, el 23, toca escuchar a los sentidos, medir cada esfuerzo, intentar no caer en errores... ya más que repetidos. Toca buscar y curiosear alguna otra línea, que esté detrás de esa línea que se supone no debes pasar.
Arriesgar no siempre fue una locura si fuiste capaz de aprender del intento, terminaras venciendo o terminaras derrotado.

A esta prueba, siempre voy de cara y no miro jamás para atrás. Pero voy de cara con la frente baja, sumiso a su voluntad, respetuoso con su fuerza y le propongo mi trato..."no vengo a por ti, ya lo sabes pues llevo una década contigo, no vengo a enfrentarme, solo quiero saber hasta donde soy capaz de aguantar tus golpes".

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