miércoles, 3 de febrero de 2010

BESANDO ASFALTO.

Otro primer día más.

Más que otros, fue en los años de ciclista cadete y juvenil, cuando comenzaba cada temporada, con la determinación e ilusión suficientes para entrenar, competir y… caerme, cuantas veces hiciese falta. Todos eran, aparentemente, requisitos necesarios para ser alguien en el ciclismo.

Aunque la memoria no quisiera, las cicatrices en brazos y piernas (y alguna que el pelo de la cabeza no deja ver), me recuerdan casi una por una, las veces que “besé el asfalto”.

Es curioso, como hay quienes, aún hoy, recuerdan las caídas de Ramón, y más curioso todavía, es que precisamente yo, fuese quizás, de los que menos se caía.

Lo peor, no lo niego, era el ruido que hacían mis caídas, y no me refiero al del contacto con el suelo, no, me refiero a que aun cayéndome pocas veces, cuando lo hacía, rara vez podía volver a levantarme, ese día, sin ayuda.

También resulta más o menos curioso (no sé si es la mejor definición), que la peor de todas, la que me tuvo con un pie allí y el otro aquí, esa, fue por el monte y no en la carretera, a poca velocidad y entrenando, no compitiendo. Y para colmo, las ilusiones ya en esa época, habían cambiado mucho su sentido.
Levantarme y seguir, esa fue la diferencia entre aguantar con los dos pies aquí y no irme “de parranda” al otro barrio. Y si lo hice, sin ser consciente de ello, de que me levantaba, qué no haré ahora o cada vez que caiga y me dé cuenta.

No hay lesión ni enfermedad más grave que la que el corazón sufre. Mantenerlo feliz y tranquilo no es cosa cualquiera, en parte, es saber que la posibilidad de caer mañana, es tan real como lo feliz que te sientes hoy.


De alguna manera, se puede decir que llevo dos meses “besando asfalto” y levantándome despacio.
Pero al menos hoy estoy feliz y tranquilo (o tranquilamente feliz), estas piernas mías, me han dado una tregua y hasta me han regalado un maravilloso y breve trote cochinero sin dolor, yo creo que volvemos a ser amigos, hoy con suerte ha sido el primer día, otro primer día más, y mañana…mañana quien sabe…

En cuanto a lo de volver a caer, pues, como decía aquel… yo caerme, me caigo lo que haga falta, pero caerme pa ná, es tontería.

4 comentarios:

Morath dijo...

JEjeje, me troncho con tu mordacidad / ironía... y eso que en la mitad de los posts, no pillo ni la mitad de las cosas :-D

Lo de caerse... caray, qué seria de un deportista sin esos tatuajes gratuitos.
Yo tengo un contrato de una medianamente decente (al menos) por año y creo que no me la he saltado nunca :-)

Me alegro de que tus patas estén empezando a entrar en razón y hayan terminando claudicando.
Seguro que ahora lo coges con más ganas y en cuatro días estás como una moto.
Además, lo bueno de la carrera es que es muy agradecida y que en poco tiempo se pueden hacer muchas cosas.

Lay dijo...

La verdad es así, cuando uno se cae hay que levantarse, porque caerse pa ná es tonteria, jajajaja.
Espero tus piernacas te respondan y vuelvan a tener la paz contigo que tienen que tener.
Saludos amigo.

Antonio Luis L. Soler dijo...

Recuerdo esas caídas en las que arriesgabas en una bajada para soltar al pesao que te aguantó en la subida; o aquéllas (algunas más) en las que el riesgo era para volver a entrar en el grupete y mantener alguna opción. Recuerdo esas entradas a la última curva para adelantar alguna posición y salir mejor colocado y pisabas paso de cebra y... Recuerdo esas caídas cuando no cabías en el abanico y mostrabas tus escasas dotes para el ciclocros. Recuerdo esas caídas en una bajada con la rueda pinchada con tal de no parar para esperar al puto coche que venía 2 kms detrás. Eran caídas de apuesta. Era un "me la juego". Tenían un sentido, por masoca que pueda parecer al lego en el asunto, pero que en este blog entenderán.
Pero también recuerdo aquellas caídas en las que se te cruzaba la señora de turno; en las que mirabas hacia atrás porque tu coche pitaba para decirte que comieras y hacías el afilador con el de delante; en las que contribuías a aumentar la altitud de una montonera inevitable; en las que un pedrusco tenía tu nombre y el punto de mira fijado en tu rueda delantera... También las recuerdo. A pesar de que parecen no tener sentido ni finalidad alguna. Parece que sólo pretenden truncar tu camino, hacerte lo que tu ves facilísimo (correr, correr y volar sobre tu bici) algo terrible, complicado y, además, doloroso.
Todas cuentan. Todas curten. Las segundas más.
La vida misma.

ramón dijo...

Rodrigo, hombre, lo que no entiendas, me lo dices que para eso estamos...
Normalmente eso es lo que yo tenía, una o como mucho dos al año, pero guapas-guapas¡¡
Te agradezco mucho los ánimos que me vienes dando, de verdad de la buena.

Lay, máquina, gracias por el apoyo, los voy sumando, y yo creo que en breve estaré en marcha.
Gracias otra vez.

Antonio, expresión fea la que voy a utilizar, pero creo que la más acertada: eres el puto amo¡¡¡
Me copio tu comentario y algun día, cuando nadie se acuerde de él, lo pondré y firmaré como mío...jajaj
Sería bueno para el personal, que dijeras también que todas esas caidas, fueron mías y tuyas, y que quien no cayó, la vió.
Por cierto, entre tanto recuerdo doloroso, no veo el de aquella por tierras alicantinas, donde a usted caballero le quedó una mano para pocas alegrías "personales y solitarias" durante un tiempo...