domingo, 7 de noviembre de 2010

Hijos de la soledad.


Los maratonianos y cualquier ser humano. Para hacer el camino, y crecer entre tanto, solo hay una manera de hacerlo, y es sin compañía. Somos y tenemos que seguir siendo hijos de la soledad.

Cada día.

Cada día, uno se levanta y se acerca a la ventana, y mira hacia el cielo, a ver que le dice la mañana sobre lo que le espera.

Hace viento y frío, hoy toca sufrir, pienso. ¿Sufrir?... pero como voy a sufrir, si soy dueño y señor de cualquier opción, puedo salir, o quedarme dentro... ah¡ ya sé qué pasa, soy dueño y señor sí, pero de mi sufrimiento, sufrimiento consentido, como yo lo llamo, por eso salgo fuera siempre... ¿siempre? ¿y entonces? ¿para qué miro hacia el cielo por las mañanas?

Por las mañanas.

Por las mañanas de todos los días de cada año, desde hace cuarenta, me he dedicado a una sola cosa, la más común entre los mortales, me he dedicado a envejecer y a deteriorarme físicamente, pero también le he dedicado tiempo, empeño y fuerzas a rejuvenecer y crecer por dentro, y todo en mi propia soledad interior, soledad inexplicable e incomprensible para los demás.

Los demás.

Los demás son esos que me critican por lo que hago y lo harían también si me vieran no hacer nada, esos que no entienden que quiera acelerar mi deterioro físico, esos que piensan que una vez anciano, la artritis en las rodillas solo la tendré yo porque hago ironman y ellos no, esos que hablan sobre mi vida privada, sobre mi trabajo, sobre mis dineros y hasta carruajes tirados por caballos, sobre mis riquezas y mis ruinas, sobre los hijos que no tengo y a puñados ya, debería estar engordando. Algo les sucede a todos esos.

Todos esos.

Todos esos están tan solos como yo, o quizás más... la pena, que no rabia, es comprobar que la ignorancia no escasea por estos lares, y que al final, el que más y el que menos, termina tapando sus propias vergüenzas con los trapos ajenos. Y siento pena otra vez, que no rabia, aunque sean mis trapos con los que se tapan, porque se lo que ellos aún no quieren reconocer, y es que están solos y se olvidan de vivir, se olvidan de respirar.

Respirar.

No solo se respira el aire, el sol también puede olerse y saborearse... en Aguilas, durante semanas, me levanté una mañana tras otra buscando los "aperos" para el entreno dictado, y mientras llenaba de reservas el cuerpo casi dormido, veía nacer el sol saliendo del agua... y luego, a miles de kms, como hijo afortunado que me sentía, olía esta vida que me llena, viendo a ése mismo sol, derritiéndose en el Pacífico a la hora del ocaso... hace un mes ya de mi vuelta, y pocas cosas hecho tanto de menos.

Te echo de menos.

Te echo de menos y aún no te has ido. La felicidad suele ser dolorosa, porque cuanta más tienes, más miedo te da perderla, por eso me gustaría ser feliz, pero solo lo justo, para disfrutar de lo poco que tengo y que, entre otras cosas, tus penas, no me dolieran tanto, me gustaría tener la felicidad esa de saber que vendrás y te veré y estaremos bien, más que la que tengo ahora que estás aquí, porque ahora, ya te estoy echando de menos y aún no te has ido.

No te has ido.

Y no quiero que lo hagas. Sabes que no me gusta tener mucho, porque luego sufro pensando que tanto que tengo, puedo perderlo. No quiero riquezas, ni coches lujosos, si acaso, uno donde quepa mi bici y me lleve por lo menos, hasta donde la vista alcance, aunque sea despacio, que no tengo prisa.

No tengo prisa.

No tengo prisa, porque ya corrí demasiado en su momento. Quería ser mayor, y lo quería cuanto antes... así que ahora que lo tengo, toca ir despacio, que es invierno y los días son cortos.

Días cortos.

Días cortos seguirían siendo, aunque les quitara la noche, para tantas cosas que pienso, las horas pasan demasiado rápidas.

Tengo que buscar un rato, entre todas esas horas de estos días cortos, para sentir un poco que no tengo prisa, que por suerte la felicidad, no se ha ido, que ya no la echo de menos; tengo que respirar mientras tanto, y pensar en ayudar a los demás, esos que me critican, aunque sienta pena y no rabia por ellos, y tengo que pensar en que mañana por la mañana debo volver a asomarme a la ventana, como cada día, y decidir hacia donde correr, aunque sea hacia la mar, y ser de nuevo, y hasta el día que ya no pueda, un buen hijo de esta bendita soledad.


12 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito.

Furacán dijo...

Magnífico.

Javier Morilla dijo...

Como se puede escribir un "suspiro" ??? un profunnndo suspiro...eso hice al terminar de leerte, suspirar tranquilamente y quedarme en paz...:-D

Eli(Pekabo) dijo...

Como siempre, impresionante y excepcional. El que leyendote no se emocione es que no tiene alma.

David dijo...

Uffffffff. Tio eres un crack.

tritata dijo...

me ha encantado,pffffff,mucho,muchisismo,me he sentido muy acompañada con tus palabras cuando a veces los demás me hacen sentir sola por nuestra forma de ser.
un abrazo!

Atalanta dijo...

Me uno. Gran texto.

Julio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Julio dijo...

Ademas de un gran deportista eres un gran escritor, sabes reflejar perfectamente los sentimientos y vivencias de todos nosotros

Iván Tejero Vázquez dijo...

GRACIAS

ramón dijo...

No os digo nada, solo gracias y me alegro de que se me entienda al menos.

Ferran dijo...

Antes que nada, Feliz Navidad...
Acabo de descubrir tu blog por casualidad y me he quedado sin palabras al leer lo que escribes... pues has sabido reflejar en pocas palabras todo aquello que no sé expresar con párrafos y párrafos...

Me gustaría, algún día, poder alcanzar tu mismo estado, sin estar echando de menos contínuamente algo... y haciéndome preguntas...

Un abrazo desde Andorra, donde si subes alguna vez, estaré encantado de pedalear a tu lado!

Ferran