jueves, 10 de diciembre de 2009

La espera.

No existe ironman que supere en dureza a la insufrible espera.


Ya estoy en marcha; a mi cuerpo he vuelto a pedirle que me responda otro año más; de nuevo le he convencido de que lo hago por él, por mantenerlo joven y sano por más tiempo, y una vez más, y ya son muchas, casi he tenido que engañarle vendiéndole objetivos como sueños, ilusiones como necesidades, y sufrimientos con el sencillo y malgastado eslogan ese de que “nada es imposible”…

Pedirle así, convencerle y pretender engañarle, no son más que eso, pretensiones; de sobra sé que éste cuerpo mío es más listo que mi limitada cabezuela, y me tranquiliza saber que cuando él decida parar, no habrá discusión al respecto.

Son tiempos ahora, sin embargo, de aguardar con paciencia a que el mar se calme, que yo sé donde quiero ir, pero hay demasiada tormenta por ahí, que no me deja ver el camino.

No me gusta la espera de lo incierto, de lo desconocido, de lo que posiblemente no quiero; el aire parece que se vicia de incertidumbre, de dudas y lo que es peor, de resignación… y pocas palabras odio tanto como esa.

Hace años que no soporto esperar, no llevo bien eso de que se me derrame el tiempo entre los dedos como si de agua se tratara… con la escasez que hay…con la sed que tengo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un segundo pasa para que pueda llegar el siguiente. Un minuto para que pueda llegar el próximo. Un año para que el venidero pueda desparramarse como un gran jarrón de agua delante de ti. El gran problema de esto que llamamos civilización es que la mayoría de los civilizados nos quedamos mirando cómo la tierra, agrietada y sedienta por más que todos los años recibe invariablemente su jarrón, absorbe el líquido sin contemplaciones. Algunas personas son capaces de reflexionar sobre este imparable funcionamiento de la clepsidra que marca nuestra existencia y pueden tomar dos caminos: resignación o tirarse al suelo a lamer con avidez los restos de agua que la tierra lucha por hacer suyos. Siempre he creído que lo mejor es enfangarse y revolcarse en ese lodo. Algunos pensarán que luego hay que limpiarse. Es la pereza que nos mata. Día a día.
ALLS