jueves, 24 de junio de 2010

Higos secos, plátanos y agua del grifo.


Como era verano, Antonio, Diego, Ayala y yo, salíamos todas las mañanas a entrenar en bici, casi siempre usando la misma ruta de ida y vuelta hacia la ciudad de Lorca.

La carretera tenía pintadas en el asfalto, marcando cada kilómetro de una antigua maratón, que hace mucho dejó de hacerse.

Nosotros utilizábamos aquellas marcas como eventuales metas volantes donde esprintar y medir las fuerzas con el grupo, recuerdo que incluso teníamos nuestra propia puntuación.

Siendo infantiles aún, la diversión estaba asegurada y era completa, una gozada salir con los amiguetes a coger velocidad sobre la burra aquella de dos ruedas.

Las antiguas barritas energéticas, geles y bebidas isotónicas, se llamaban higos secos, plátanos y agua del grifo; y fue, en una de aquellas salidas de verano, cuando dando buena cuenta de un plátano mientras pedaleaba, hice lo que en ciclismo se llama como -el afilador-“dícese de la acción que una rueda delantera provoca al rozar lateralmente con la trasera del ciclista precedente, y cuyo resultado, normalmente, suele ser un tremendo ostión…"

Y así fue, Ramón... bici... plátano en la boca... ciclista precedente... afilador... Ramón al suelo de cabeza... media cara de Ramón quemada... y… plátano aún en la boca.

Primera caida de mi vida con una bici y casi me muero por atragantarme con un plátano… manda huev…¡¡¡,

Lo siguiente que recuerdo, es que todavía no me había levantado y ya tenía lágrimas en los ojos.

Los amigos, que pronto se apresuraron a consolarme y decirme que no era nada, que no me había hecho mucho… no sabían que mi llanto no era por eso, sino de pensar que nada más llegar a casa, y justo después del susto inicial al verme semejante careto, la primera acción resolutiva del asunto por parte de mis padres sería la retirada total y sin condiciones de la burra de dos ruedas y hasta Dios sabe cuando…
… y no me equivoqué ni en una coma, ostras¡¡¡ porqué acertaré siempre con estas cosas y nunca con la lotería? (salta uno y dice: porque no juegas, idiota¡¡¡) pues también es verdad carajo.

Al día siguiente, como si de escapar de la carcel de Alcatraz se tratara, me levanté temprano, y busqué sigilosamente en los dos o tres sitios que imaginé habían escondido la bici, hasta que la encontré… los amigos esperaban… luego, a medio día, mi madre también...

4 comentarios:

Joan Corre dijo...

hola Ramón.
la vieja escuela... todos alguna vez hemos sido afiladores je je, pero me a encantado tu forma de narrarlo.
te as olvidado de decir que seguramente no había ningún coche cerca,y no peligró por ese motivo tu integridad física... pero eso ya sera otra historia, verdad compañero?
un abrazo.
Joan

ramón dijo...

Tienes razon Joan, no había tráfico, ni por ser una carretera secundaria ni por la época, pues entonces había mucho menos tráfico que ahora.
En fin, fue la primera con la bici de ruta... ojalá hubiese sido la ultima... pero como tu dices, esa ya será otra historia.

saludos Joan.

JUAN DE LA TORRE CORVILLO dijo...

Pero Quilloooooo con lo grande que res y la experiencia acumlada y vas y te caes ;-) tarde o temprano a todos nos pasa yo ya he terminado dos veces en el hospital así que se como puedes estar

Espero que te recuperes pronto pero por lo que veo falta no te falta jejejej me alegro crack

ramón dijo...

Achoooo Juan, o te he entendido mal o me has entendido mal tú.
Por si acaso te comento que la entrada está basada en hechos reales de hará unos.....25 años¡¡¡¡ tirando por lo bajiniii, eh?

La última vez que me caí fue este año, y hacía siglos que no tocaba el asfalto. Llevaba 150 kms con la cabra, me quedaban otros 50 y paré en una gasolinera a comprar agua, estaban cayendo cuatro gotas y al parar, tocando un poco el freno delantero: zas¡¡¡¡ al suelo... se rieron todos menos yo (y eso que estaba solo...).

Soy yo quien espera que estés mejor de tu mano niño.

Un abrazo fuerte.